Resulta cada vez más acusada esa cuestión que merodea en mi cabeza.
No sé la respuesta.
O quizás será que no quiero saberla, que me da miedo tenerla, que me da miedo pronunciarla. Cada vez que aumentamos el número de horas juntos, las preguntas comienzan a asomarse en mi cabeza. Creo que nuestros caminos no tienen el mismo destino, y no depende de nosotros desviarlo. Quizá esto solo sea el principio del final.
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