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jueves, 28 de marzo de 2013

Mil Gracias

Mi inocencia y su buena forma de prepararme sorpresa ha hecho que hoy sea un día maravilloso.
El poder decir lo que estas niñas han hecho para mi hace que se me llene la boca de un gran orgullo y que pueda presumir de ellas delante de todo el mundo.
Pensar que es el segundo año consecutivo en el que me dan esta gran sorpresa hace que cada vez que lo pienso me quede más asombrada. He de dar gracias de estar coja, porque creo que si no me hubieran vuelto a pasear por Don Benito, o peor aún, que me hubieran paseado en silla de ruedas o en un carrito de la compra.
Creo que en realidad, el mejor regalo de cumpleaños que me pueden hacer es ese, es tenerlas todas juntas para mi, que una vez al año nos olvidemos de todo lo ocurrido y que lo único que importe sea escuchar nuestras risas juntas. Gracias por hacerme ese gran regalo.
Sobretodo ahora, puedo decir que estas son mis amigas con mayúsculas, amigas que estando cerca o lejos, siempre las tendré y que si algún día estoy mala  a las 5 de la mañana, ellas me recibirán con una abrazo y una gran sonrisa. 
Mil gracias. Os quiero.



viernes, 8 de marzo de 2013

La melancolía y la lluvia no son buenas amigas.

Es curioso como todo acaba como empieza.
Recuerdo mi primera vez en ese despacho, me dieron un "toque de atención" por llevarme un pan que no debía coger según el famoso reglamento. Ahora, dos años más tarde y en el mismo sitio, mis lágrimas vuelven a brotar de los ojos tras recordar que todo esto se acaba, que se cierra una etapa y que ya nada será lo mismo.
La mayoría de las personas que conozco ajenas a esta residencia, piensan que exagero, o que soy una pesada cuando hablo de este sitio, pero estoy segura de que pensarían totalmente diferente si ellos mismo estuvieran aquí.
Creo que lo mejor que puedo hacer es seguir disfrutando de estos meses que nos quedan aquí, vivir cada momento y agarrarme a estas maravillosas personas, para que el futuro no nos separe.


domingo, 3 de marzo de 2013

La redundancia de la pregunta.

Resulta cada vez  más acusada esa cuestión que merodea en mi cabeza. 
No sé la respuesta.
O quizás será que no quiero saberla, que me da miedo tenerla, que me da miedo pronunciarla. Cada vez que aumentamos el número de horas juntos, las preguntas comienzan a asomarse en mi cabeza. Creo que nuestros caminos no tienen el mismo destino, y no depende de nosotros desviarlo. Quizá esto solo sea el principio del final.