Puede que no sea mi casa, que tenga que pagar 300€ al mes, puede que dentro de unos años, nadie me recuerde aquí, que la única huella que quede de mi estancia sean unas orlas anónimas colgadas en la pared, pero hoy por hoy es mi segundo sitio favorito en el mundo, y todo ello gracias a una panda de locos que hacen que las risas sean el menú diario.
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