Podríamos decir que respiramos hipocresía diaria en este ambiente tal como su fuera oxígeno. Incómodos silencios y un grupo de wasshap inútil es lo que nos queda como resultado de tres años conviviendo pared con pared, experiencias inolvidables y momentos únicos, que se han guardado en un cajón del escritorio de la habitación, y el resto, como si de una peste medieval se tratase, se ha infectado del horror del ambiente.
¿Tan ciegos somos para no ver ni valorar lo que tenemos enfrente de nosotros?
¿Tan estúpidos de crear una situación de la que meses después nos arrepentiremos?
Allá cada uno con sus actos, pero sólo pido una cosa:
que lo que unió esta residencia, no lo separe la propia residencia.